miércoles, 28 de noviembre de 2012

Oslo con frío, Oslo solita


Bajándote de la última estación de la línea más lejana del tranvía se llega a los pies de una colina sobre la cual estaba mi glorioso hostal. En Oslo, a diferencia del Distrito Federal el tiempo funciona a tu favor. Me despertaba yo a las 7-8 de la mañana y para las 12 yo ya había visitado el centro, entrado a las fortalezas, a 3 museos, caminado, perdido, comido y averiguado dónde se hacía qué cosa. Me parece que el gobierno está conciente de lo caro que es viajar por estos rumbos así que hay pases para que puedas entrar a varios museos o exposiciones por un solo precio, y con descuento de estudiante, mejor. Aún así creo que nunca he ido a un lugar tan caro en toda mi vida.

Lo que más me gustó fue el cuasi carnaval que se arma todos los días en la Karl Johansgate (la calle principal). Entre los shows urbanos y los hare krishnas que bailan y cantan por doquier, Oslo toma aires festivos y vistosos. También me enamoré de la fortaleza: sus jardines parecen códigos extraterrestres y la vista es absolutamente increíble (foto en el texto anterior). Bien vale la pena saber algo de fotografía para entretenerte un rato aquí.

Por otra parte, a los noruegos les fascinan las mexicanas, así que miradas no me faltaron (si eres de por mis tierras y no has tenido suerte en el amor, lánzate a estos lugares nórdicos, chicle y pega), y eso a cualquiera le anima. Hacía un poco de frío pero perfectamente aguantable. Si algo pudiera cambiar de mi persona es lo friolenta:  andaba por toda la capital forrada en suéteres, calcetines y leggins.

Pero entre el frío, la llovizna, lo seco de la comida y de la gente... me empecé a sentir sola. No tenía mucha motivación y pues la verdad es que no estaba segura de querer seguir viajando. Hasta que regresaba a la colina. Esa vista no se me va a olvidar jamás, qué linda que es, carajo. Entonces lo que hacía era comer en una steak house típica de Noruega que me había recomendado un policía del Museo de Arquitectura (ridículamente guapo, por cierto). La recomendación no era exactamente por los sabores del lugar, sino porque tiene un menú secreto que es mucho más barato. Y uno pensaría que sí puede ser caro pero que estoy exagerando, ¿a ustedes no les daría coraje pagar 10 dólares por una bolsa pequeña de papas?

Hablando de otras cosas, me gusta viajar en transporte público, me deja conocer a la gente de lejos. Es increíble todo lo que puedes saber de una persona con tan sólo verla (ya que no podía entenderla porque ¿qué creen? no hablo noruego), cómo se maneja, qué ademanes hace, con qué frecuencia los hace, etc. Además siempre que tomaba el tranvía me topaba con un hispanohablante. Los latinoamericanos, por ejemplo, solemos hacer nuestros pequeños grupos cerrados de "paisanos", grupitos de gente que comparte cosas a nivel cultural, tal como idioma, religión, costumbres, etc. y me tocó ver más de una vez a salvadoreños, colombianos, venezolanos, viajar en grupo, incluso darse la bienvenida cuando uno se integraba a la comunidad.

Pero no vi ni un mexicano. Ni turista, ni trabajador, ni nada... y pues uno extraña... ¿qué se le va a hacer? Siguiente parada, Estocolmo.



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jueves, 1 de noviembre de 2012

Oslo en un día


Aquí están sus llaves y la copia del contrato de renta de automóvil y antes de que el señorsito pasara la tarjeta se le ocurre preguntarme a dónde me dirigía. "No tengo la menor idea pero necesito el coche para ir a buscar un lugar donde dormir"... Nunca se me va a olvidar su cara.

-¿Por qué no va al hostal juvenil? No está muy lejos y yo ya salí de trabajar, podría llevarla. -Dijo, insinuando que rentar un coche para eso sería un gasto innecesario.
-¿Y eso no va en contra de las políticas de la empresa?- reí.

La situación es que cuando viajas desarrollas un sentido extra en el que te basas para calificar a la gente y para confiar en ella o no. Hasta ahora no me ha fallado entonces... Pero alto, alto.. Independientemente de esto, yo no tenía opción. ¿Qué podría salir peor?: que sin saber manejar (no, no sé), me lleve un coche de una agencia noruega, a pasear por las calles de la capital, sin rumbo, buscando donde dormir, seguramente para terminar haciéndolo en el coche y que hasta me multen por ello, o chocar o que me quiten el auto, etc etc... O dejar que alguien que no conozco me lleve en un coche, que sabe manejar, que sabe a donde va, que es un hostal conocido (ya he escuchado hablar de él en otras partes del mundo) y que no me va a cobrar por el favor. Sí, opción B: ir con el desconocido.

Platicamos en el camino. ¿De qué? No sé, yo trataba de fijarme en el camino y de no quedarme dormida. Pero al final no tuve de qué preocuparme porque el señor fue de lo más amable: me presentó a Oslo en palabras, me enseñó unas palabras en noruego y no sólo me dejo en el hostal sino que me acompañó hasta la recepción y esperó a que me atendieran, me dio su número e incluso me pidió que le hablara si yo necesitaba lo que fuera.

Me tocó dormir con otras personas pero supongo que no está tan mal, estaba muerta y solamente quería acostarme. Al día siguiente me di cuenta de la vista que tenía el hostal, que estaba situado en la cima de una colina y a  la que sólo podías llegar en tranvía.

Es el tipo de lugar donde quieres tener una casa de campo a la cual ir para disfrutar a tus hijos el fin de semana o en la que quieres esperar a tus nietos en la vejez. Ahí conocí a unos polacos que me mostraron la ciudad el último día de su estancia y el primero de la mía. No puedo decir que me enamoré perdidamente de Oslo pero tampoco puedo decir que no me maravilló la Fortaleza de Akershus que hay en la costa o la Universidad o de los museos. Uno de los más importantes el de Edvard Münch, donde se expone el famosísimo grito, que se considera la obra más icónica del planeta, después de la Mona Lisa. Pero tampoco me perdí del Museo de Arquitectura (en donde me enamoré de un policía), el Museo del Diseño y mi favorito: el Museo de Arte Contemporáneo.



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 Museo de Edvard Münch, donde está "El Grito", que es la obra del poster de la izquierda.

Palacio Real de Noruega

 Museo Nacional de Arte Contemporáneo. En él, se encuentran las siguientes piezas:

 Efecto de luz y sombras

 Obra principal de museo... ¡me encantó!


 Efecto de espejo cilíndrico.

 Cubos de madera, efectos de tonalidades.

Vista desde la fortaleza Akershus.


Las siguientes fotografías son de los museos que están dentro de la Universidad de Oslo (de flora, fauna, geología, etc)









Áreas verdes de la Universidad de Oslo... ¿les gustaría estudiar aquí?
Más fotos en tumblr y facebook :)