miércoles, 26 de diciembre de 2012


Grand Möet es un evento organizado por los chicos citadinos que hacían unas fiestas muy famosas en el pedregal, Ciudad de México. 

Todos hablaban del Grand, se hacía una vez al año, siempre en verano y siempre en un lugar distinto del globo, normalmente en las grandes urbes, este año tocaba París... igual que hace un año y hace tres... qué originales. Naturalmente es petit comité, así que me sabía de memoria quienes irían, quienes no y quienes fingirían que no pueden por algún motivo personal. Honestamente pensé en faltar, porque aunque sí iría a París en este viaje, necesitaba más de lugares nuevos como lo fue Estocolmo, como lo es Praga. Aunque todos los días pienso en la Ville-lumière, conscientemente insistía en postergarlo. París, París. Ahí fue la primera vez que me perdí en metro y terminé en las afueras de la ciudad en una colonia musulmana a las 9 de la noche, ahí mis amigos y yo fuimos perseguidos por dos negros armados una vez que nos sacaron del metro por la hora y no sabíamos donde habíamos bajado, ahí tomé absinth por primera vez hasta morir... pero también ahí fue mi primer beso, la primera vez que lloré por tener en frente la vista más hermosa del mundo, la primera vez que pude hacer lo que me diera la gana sin que mis papás estuvieran para darme permiso o no. La vez que corrí a un niño de mi fiesta de cumpleaños por tratar de besarme más de una vez, también ahí terminé en el hospital porque me sentí muy fregona al hacer el tour del Sena en la parte de afuera del barquito mientras llovía, y de ahí a la parte alta de la torre Eiffel el día que más viento hizo en el año. Recuerdo que me metí a bañar y aunque sólo había abierto la llave de agua fría, yo la sentía casi hirviendo. En fin, París es mi segunda casa, y aunque la quiero como tal, aún traigo el gusanito de no tener plan y de veremos qué pasa. Por lo tanto, seguiré disfrutando Praga... Praga linda que me recibió con los brazos abiertos, igual que Nacho, y los niños con los que venía: Rich, Diego y Gus, con los que rápidamente me acoplé, y con los que aprendí a vivir. Los pienso y los extraño, los extraño ahí. 


Se los seguiré diciendo: cuando tomas decisiones como yo lo hago, te llueven angelitos que te quieren y te protegen. El estudiante fue uno, pero el encargado del tren fue otro. Vio mi cara y seguramente vio a una niña pequeña y triste que no entendía el idioma ni el sistema de transporte de Budapest. Así que se me acercó y me llevó de la mano a enseñarme el tren: desde los baños hasta cómo se cerraban las puertas de las habitaciones. Yo pedí una con cama. Tenía unos cuantos días de no comer bien, de no ir a restaurantes, de no hacer nada de lo que hacía en México, así que me las gasté: no traía mucho dinero en efectivo pero aún así, pedí de cenar. El señor me explicó los precios y que también podía pedir de desayunar.

-Voy a querer un goulash y chocolate caliente, por favor.
-¿Algo más?
-No, gracias, estoy bien.
-Podría despertarla con el desayuno también.
-Perfecto entonces deseo el menú 4.
-¿Media hora antes de llegar a Praga estaría bien?
-Estaría muy bien.
-Mire, normalmente no hago esto, pero le voy a dar el número de la habitación en la que estaré toda la noche. Si se le ofrece algo, por favor búsqueme. -(¡¿Tan indefensa me veo?!)
-Muchas gracias, es usted muy amable.
-Y es un placer atender a gente tan educada, créame, no me la topo diario .

Sonreí, ¿a quién no le gustan los halagos?

-Y por favor permítame mostrarle cómo cerrar el cuarto. 

Me enseñó y se fue. Regresó con la cena, la cual estaba exquisita y no me quiso cobrar hasta el día siguiente, me deseó que descansara y se despidió (entonces no me veo indefensa, me veo jodida).
Me volví a tomar un lexotan y desperté en Praga con el desayuno en la cama y una sonrisa húngara a la vista. 
Tal vez no parezca una experiencia tan importante, pero en realidad era justo lo que necesitaba.. un servicio de lujo que me hiciera sentir que nunca pise un hostal de 8 literas a cuyos baños no pude entrar del asco (y les juro que pocas cosas me incomodan a tal grado). Cuando me hace falta un papá o una mamá siempre me topo con alguien que se acerca a mí y me dice lo suficiente como para seguir andando sola un rato más.
El señor me ayudó a bajar mis maletas y me regaló un mapa, su mapa. Me fui caminando, me tomó alrededor de una hora. Hubiera podido tomar un taxi fácilmente pero amanecía hermosamente en Praga y yo no tenia ninguna prisa. Belleza en cada rincón... además hicieron bien apodarle a este lugar la ciudad de las cien torres. Me sentí n las nubes de nuevo. Me recibieron las personas trabajadoras que ya andaban corriendo a esa hora a sus trabajos y un par de muchachos borrachos saliendo de fiestas. Sonreí sin parar. Otra vez tenia energías y fuerzas y gracias al señorsito del tren estaba olvidando todo lo que había pasado. ¿Cuál ex novio? ¿cuál hostal? pero me sentí aún mejor cuando vi la embajada mexicana. Estaba en casa. Había un teléfono de emergencia en la puerta y eso me hizo sentir segura de nuevo, lo apunté por si las dudas, también había una placa que decía: no se trabaja los días feriados y una hoja anexa que rezaba: ni los de México ni los de República Checa. Ni los domingos, los sábados sí pero sólo medio día y tampoco tales y tales. Me reí como una loca, definitivamente estaba en casa. Para mis sorpresa la embajada estaba en la misma manzana que el depa de mi amigo y un segundo antes de que tocara el timbre escuche: NIKKIE!! levanté la cara y ahí estaba mi amigo: podrido por haberse ido de fiesta y por el despertador que seguro había sonado hace ya un rato.

-Creí que llegarías a las 6, estaba preocupado.
-Llegué a las 6 
-Pero son 7:30 
-Ah, es que me vine caminando.
-¡¿Qué?! ¡¿Caminando?! ¡¿Estás loca?! ¡Pudiste tomar un taxi!
-No, pero quería caminar
-¿Y con maletas? ¿y cargándolas? ¡Pero pude haber ido por ti!
-Te lo juro que sólo quería caminar, despejarme un ratito.
-Ay pequeña N, no sabes lo bien que me caes.

A este niño lo conozco de fiestas, eventos y demás. Aunque no había tenido la oportunidad de conocerlo “en serio”, es decir, fuera de un antro, me generaba buena vibra, buena espina. Y después de este viaje, cada que pienso en él sonrío. No sólo porque me dio asilo cuando lo necesité, sino porque aquí fue donde empezó nuestra amistad real. Hoy por hoy me encanta encontrármelo y platicar con él.

El caso es que subimos en un elevador hasta su Penthouse, y por supuesto que todo estaba hecho basura: ropa y comida en todas partes, maletas abiertas, un niño en una cama, otro en un sillón y los demás en el piso de arriba.
Me di un baño en lo que despertaban y salí a la terraza a ver  la ridículamente bella vista que tenían. Otra vez fui la mas feliz, la más segura, la más divertida. Nacho me presentó a todos y salimos a dar vueltas, fuimos a tours, etc.  pero después de que le conté a Nacho todo lo que había pasado y lo mal que me sentía de a ratos, le dijo a los demás que los veíamos en la noche y convirtió ese día en uno de los mejores que puedo recordar: me llevó a conocer todos los museos judíos y sinagogas y demás (adoro la cultura judía), fuimos al cementerio, que es famosísimo y después a comer al mejor restaurante de la ciudad, bebimos vino, platicamos, nos reímos. Comimos toda clase de cosas y los meseros fueron de lo mas atentos. No me dejó pagar nada, igual que siempre, cosa que yo no buscaba, porque aunque suele hacerlo en México, aquí lo que yo quería agradecerle  su hospitalidad pagándole la comida, o un tour, o lo que fuera, pero no me lo permitió. 

De ahí, a pasear en bote. Fue lo máximo, hasta que nos dimos cuenta de que ya habíamos pasado el tercer puente del río y los botes sólo tienen permitido cruzar el primero, porque después, la corriente se vuelve mucho más pesada y no te deja salir. Pedaleamos todo lo que pudimos pero fue imposible voltear la lancha en el primer intento... Dos, tres, cuatro veces y nada, después de mucho lo logramos, pero nos asustamos de verdad. Es más, tengo por ahí un video, en el que yo estoy gritando: “vamos a moriiiir” repetidas veces. Se los voy a buscar y lo voy a subir. 

Después de nuestra aventura mortal, fuimos de shopping y me compré dos vestidos hermosos y que al regresar a México no me entraban ni en una pierna, y no exactamente porque hubiera engordado sino porque estaba raquítica en Praga y no me había dado cuenta. Tal vez por eso me consintió tanto mi amigo, por lo mal que me veía. Regresamos a su depa y platicamos horas de todo lo que queríamos hacer, o mejor dicho de lo que yo quería hacer así que organicé los días que siguieron. Me emocionaba estar en un lugar nuevo, con gente tan increíble, en un depa tan padre, con el clima perfecto y con tanto por hacer. Es un sentimiento que le deseo a todos. Una libertad espiritual que no puedo ni quiero explicar, porque quiero que todos la encuentren sin hacerse expectativas. Si están dejando la juventud atrás y no han pasado por esto, dejen lo que estén haciendo, dejen sus planes por un momento y búsquenlo, porque vale la pena.

domingo, 23 de diciembre de 2012


Mi punto ahora es que no tenía a quién hablarle, y si sí sería sólo una llamada. Siempre me he considerado una persona independiente pero probablemente ahora mismo no esté en condiciones de darme lujos así. Emocionalmente no era ideal. Así que eran las 2 am y yo seguía “calmándome”. La hora era irrelevante porque NO HABÍA MANERA de que yo durmiera en el catre que me tocó. Y definitivamente no quería saber la historia de esas sábanas. Así que dejé mis cosas arregladas para irme y mi agenda con teléfonos, mails y demás. ¿Quién está en Europa en esta fecha? Les diré quién: la mitad de mi Facebook. Yo sabía que con un mensaje Beto iría corriendo a Budapest, pero yo necesitaba a alguien más, a quien fuera. Me amaneció y me atardeció buscando gente.

José Miguel estaba en Münich pero estaba en exámenes. Juliette había terminado la escuela en Oslo y estaba de vacaciones en Argentina. Romina había desactivado su face y perdido su celular (de hecho debería preocuparme un poco por ella), Yussef sí estaba en Europa pero visitando a sus abuelos en un pueblito al norte de Suecia. Varios me preguntaron que si necesitaba dónde quedarme o algo podía quedarme con ellos, pero tampoco ese era mi plan.... hasta que se me ocurrió alguien que es mi amigo desde hace unos meses y tal vez lo he visto en sólo algunas fiestas.. pero para mí fue suficiente y marqué.

-¿Nacho?
-¡Nikkie! ¿cómo estás? ¿qué haces?
-¿Bien y tú? ¡ando en Budapest! ¿tú?
-¿Cómo crees? Yo estoy en Praga, ¿por qué no me dijiste antes que estarías en Europa?
-Pues no sé, no te había visto.
-Oye porque no vienes a Praga? no esta lejos de Budapest.
-Seguro? Pero ¿qué plan? ¿estás solo?
-No, con unos amigos.
-Pero seguro no voy a caber en su habitación, hahaha.
-Nos estamos quedando en mi depa hay espacio para mil
-¿De verdad no te molestaría?
-Nikkie, ¿es en serio que vas a venir? ¡claro que hay espacio! haha me encanta cómo tomas decisiones. ¿Cuándo llegas? Estaría súper cool viajar contigo.

Lo que él no sabía es que yo ya estaba en la estación de tren con maletas en la mano y dinero en el bolsillo para irme a donde fuera y para irme ya.

-Llego en lo que se tarda el tren en llegar.
-Bueno pero .. ¿Cómo?
-Sí, estoy en la estación de tren.
-¿Es de verdad? hahaha te lo juro que te amo Nic, ¿te mando mi ubicación?
-Sí por favor, ya conté las horas, llego a las 6 am.
-Ok entonces yo me despierto a esa hora.
-Perfecto, te veo en un ratito.
-Claro que sí Nic, vente con cuidado.

Compré mi boleto y me senté a esperar. Lo primero que te dicen: no hables con extraños. Pero supongo que a mí me vale madres la vida, entonces en cuanto se me acercó uno platicamos cual no hubiera mañana. Era un estudiante que vivía a una hora de Budapest, era de escasos recursos y hasta el día de hoy cuento la historia de cómo se sentó conmigo en el piso y comió 3 bolillos seguidos dejando una cantidad de migajas absurda, gracias a lo cual se nos acercaron un millón de palomas y tuvimos que correr un poco. No, no lo cuento, lo imito, y a mi familia se le hace lo más gracioso del mundo. Y a mí también. 

Iker era un niño guapito que no conocía nada de etiqueta ni protocolo, y por algún motivo me fascinaba: cómo hablaba, cómo se manejaba, tan transparente, sin mentiras corporales, hacía lo que le daba la gana, no entendía aquello de “comportarse”.  Estuvimos horas esperando nuestros trenes. Me enseñó un poco de húngaro y gracias a él aprendí a leer los pizarrones de la estación. Me dejó en la puerta del tren y nos despedimos. Aún platicamos a veces y me manda mensajes en mi cumpleaños. Les digo que siempre ando echando raíz, no puedo evitarlo. Tal vez por eso me pasan las cosas que me pasan.  Cuando tomas decisiones como yo, te sueles topar gente como yo, y gracias a Dios yo quiero mucho a los que me rodean, y ese cariño se me regresa siempre.
La siguiente vez que vi al húngaro fue 10 años después en un hospital. A mí me llevó flores  y a mi primer recién nacido, un suéter tejido por su tía abuela.


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Budapest no fue bonito.. se me ocurrió seguir visitando hostales , según yo porque estaba experimentando algo único que era diferente de todo lo que había hecho antes. Error. Fui a caer en una habitación larguísima llena de literas donde compartías tu sueño con otros 16. Sí, 16. Dos regaderas y dos inodoros. Juré que iba a durar cuando menos unos días en lo que conocía la ciudad. Duré la el día que llegué y esa misma noche planeé cómo irme. La situación es que yo ya tenía pagado el hostal por muchas noches y de ahí me iría a Roma a un lugar que también estaba pagado. Pero me desesperó un poco mi experiencia en Budapest. No diré que es feo porque seguramente no lo es, pero la forma en que yo la viví fue horrible. Estaciones del metro cayéndose a pedazos. Monumentos descarapelados, siendo víctimas del tiempo y la humedad. El paseo en río fue increíble y el ayuntamiento, que por cierto, es el segundo más grande del mundo después del de Nueva York, es espectacular, pero esto lo puedo recordar vagamente después de todo lo que viví en menos de 24 horas. 

Nada tenía mantenimiento y definitivamente no se veía la inversión (si es que la hacen) en turismo. Nada de servicios, nada de hospitalidad. Percibía que la gente se me quedaba viendo, y honestamente me sentía insegura. Me perdí por las calles, me quisieron cobrar la vida por los tours.. y para colmo tomé uno en el que me sentaron con un niño que no dejaba de escuchar Payphone a todo lo que daba. ¿Y para qué les miento? pienso en mi ex con esa canción. Si estuviera en México, esa situación ya se me hubiera olvidado, creí que en Europa eso iba a ser más fácil, porque estás saliendo, conociendo gente, ciudades, etc. pero se me olvidó un detalle: iba a estar absolutamente sola. Y además, por primera vez. 

El caso es que me bajé en la siguiente parada y caminé sin control, lo cual también fue un error puesto que estaba anocheciendo. Regresar fue un fastidio, también lo hice a pie pero pasé por toda clase de lugares horribles. Vi como 4 ventas de drogas en lo que llegué. Y aunque normalmente no me da miedo prácticamente nada, quería salir de ahí. Llegué al hostal y gracias a Dios ya estaban todos dormidos. Así que me senté en una sillita que había afuera para calmarme y sacar todo el estrés acumulado que traía del día. Por lo que les he dicho hasta ahorita podrían creer que no fue algo grande o trascendental, pero piénsenlo: Viajé a Europa un día después de aventarle un anillo de compromiso a alguien en la cara, para estar dos o tres meses totalmente sola, sin nadie que me buscara más que Beto, con lo que me siento incomodísima y pues... rara; a mi papá no le gusta que viaje y menos en planes como este: largos y “sin sentido”, así que como siempre, él estaba fingiendo que yo no estaba en otro país. Así es él siempre, si le preguntan dónde estoy responde algo así como: en la casa o en el cine, o algo así. Por lo mismo nunca me habla, y si yo lo hago, realmente pretende que estoy en el cine y me contesta como si me acabara de ver. Si al regresar le cuento de todo lo que viví no me pone atención y cierra la conversación con un “pásame la sal”. Mi mamá, en el otro lado, me marcaba diario. Por la mañana, por la noche, le hablaba a mis amigos con los que viajaba, al hotel para verificar que yo llegaba por las noches hasta que ya no pude más y un día me pasé de rebeldita y le pedí que no me volviera a hablar cuando estuviera fuera. Y así lo hizo. Yo podía marcarle, claro, pero ella ya no me preguntaba mucho porque sentía que yo me iba a molestar. Y mis hermanos, pues cada quien está en lo suyo, pero hay uno en especial que se enteró muy tarde que yo estaba sola. Originalmente le comenté que me iría con amigos y no le dije nunca que ese plan había cambiado. No se enteró en Budapest sino después, y se puso como loco, pero eso ya se los contaré después. 


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Hungría Infame



El día siguiente conocimos menos pero caminamos más. Fuimos a plazas y parques menos turísticos, totalmente locales. También estuvimos en el street festival, vimos acróbatas, raperos y niños que ríen, eso me gusta. Comimos hot dogs suecos, que consisten en un cono de pan árabe con una salchicha en medio, relleno de puré de papa, crema, mostaza, mayonesa y cebollas doradas con ajo. YUM. Después buscamos helados y nos sentamos en unas bancas. En los diez minutos que estuvimos ahí tuve que ignorar 10 mensajes, 4 llamadas perdidas y 3 inbox de Beto. Lo de siempre.

Regresamos al hotel después de mucho recorrer: avenidas, tiendas de decoración y privadas hermosas para daaarme cuenta que se me había pasado el check-out, lo hice rápidamente para daaaarme cuenta que ya se me había ido mi bus, tuve que tomar otro, para daaaarme cuenta que se me estaba yendo el avión. Corrí pero llegué. En el aeropuerto pude jurar que vi a Matuk merodeando por ahí. Por un segundo tuve un poco de miedo dada la extrañeza de nuestro último encuentro, cuando me devolvió mi pasaporte que por algún extraño motivo él tenía. El caso es que documenté mi equipaje y entré rayando en la hora de despegar. Eso de las aerolíneas baratas me funcionó perfecto porque tardan en salir. Pero el avión era un mercado. Apenas despegó, todos sacaron comida de sus maletas de mano (¡porque la aerolínea cobraba hasta los snacks!), niños corriendo descalzos por los pasillos, publicidad pegada en las gavetas arriba de nuestras cabezas. Una experiencia que no se la deseo a nadie. Llegamos a Hungría. Unos hombres ofrecían precios bajos por taxis privados dispuestos a regatear. Aquí lo que funciona es verte lo menos turista posible, no sacar el mapa, no apantallarte por todo.

Este viaje lo quise hacer así: sola, de mochilazo, no esperando nada y sin querer probé algo que nunca antes: los hostales. No voy a mentir, siempre he viajado en aviones de lujo y llegado a los mejores hoteles, ¿y les digo algo? si viajan así normalmente, ¡se pierden de mucho!: de conocer gente, de vivir aventuras, de tener historias que contar... pero en Hungría aprendí algo: ni tanto que queme al santo. El hostal es INFAME. 


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Me puse de acuerdo con la austriaca para visitar la ciudad. Yo ya estaba lista a las 9am y ella supuestamente no se tardaría. 9:30.. 10:00.. 10:30.. 11:00.. Mientras la esperaba, fui al lago que está situado delante del hostal, donde niños rubios jugaban con los patos y las parejas intercambiaban miradas y sonrisas, y yo.. estresada como nunca. Esta niña no llega y ya es tarde, hay mucho por conocer. Me recosté sobre el pasto boca abajo y pude escuchar mi pulso.. rápido, inconsecuente, tempestuoso. Totalmente desacorde con la forma en que Estocolmo me había recibido, estaba siendo injusta, incluso prepotente, egoista. Con mi respiración normalicé mi latir y para cuando estaba relajada llegó Salma. Nos fuimos sin ver el mapa, nos perdimos, dimos vueltas y sin entrar a museos ni ver el reloj. Disfruté la ciudad enormemente, diferente a como he disfrutado otras. Esta compañía one-serve-only me había enseñado paciencia, ligereza y a escuchar, porque ¡vaya que hablaba! 

Descubrimos que nos gustaban las mismas series, lecturas, bueno, hasta estudió los mismo que yo con todo y especialización. Comunicarnos con una mezcla de alemán, inglés y español nos resultó muy cómodo. Tiene dos hermanas menores y la más chica tiene mi edad, así que creo que me ve como la ve a ella: como a una bebé. Pasamos dos veces por la misma repostería y las dos veces compramos cosas ricas. Nos sentábamos donde fuera para platicar: a la orilla de los ríos, en las banquetas, en el piso. No nos paraba la maldita boca. Regresamos a casa temprano y seguimos hablando hasta la media noche, siento que la voy a extrañar cuando me vaya.

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sábado, 1 de diciembre de 2012

Estocolmo te amo.


El tren de Oslo a Estocolmo olía a café. Fue un trayecto lindo... por eso, y porque llovía: ni mucho, ni poco, sino de a ratos, como a mí me gusta. Me senté junto a la ventana donde podía ver de cerca las gotas que trazaban caminos por el vidrio gracias a la velocidad del aire. Amo los días así. Siento que es una forma de la naturaleza de solidarizarse conmigo y con cómo me siento a veces. Los pueblitos noruegos son preciosos, parecen salidos de una caricatura o pintados por un niño. Y el olor a café... ¿cómo algo tan sencillo puede inspirarte o cambiarte el día? Tal vez me gusta porque no soy una aficionada y nunca me he acostumbrado a su olor, y eso lo hace especial; o a lo mejor es porque no me recuerda a nada, es un aroma virgen. Supongo que de ahora en adelante cada que lo perciba, me acordaré de este tren.


Se me hizo muy fácil irme a pie hasta donde me iba a hospedar. "¿En qué momento se te ocurrió caminar del aeropuerto a tu hotel cargando maletas estúpida?"- me gritaba cada parte de mi cuerpo mientras recorría, o mejor dicho, me perdía en Estocolmo. 

Nunca he visto un cielo tan hermoso, tan colorido, tan alto. Sí, alto, sé que suena raro pero es que las nubes están muy arriba. Me costó un poco la caminada pero no me importó, la vista valió la pena. ¡Y la gente! Además de increíblemente amable (a diferencia de los habitantes de otros países nórdicos), muy sociable: los bares estaban a reventar y no dejaban de servir botellas y comida. 

¿La cárcel? ¿Por qué cuando pregunto por mi hotel todos me preguntan si voy a la cárcel? Nadie me supo explicar, pero llegué sana y salva. Estaba oscureciendo rápido y yo sólo quería una cama. 

El hotel de Estocolmo era mitad hotel y mitad hostal, es decir que en la primera parte duermes solo y en la segunda con unos cuantos más. Quedarme en el hostal me cayó como anillo al dedo, porque me encanta conocer gente y particularmente en ese viaje hace que me sienta menos sola.

Para mi sorpresa, aquello parecía casa de muñecas. Todo era de madera blanca con unos toques pasteles, y el personal era de lo más amable. Moría por ver mi habitación, pero para cuando entré, ya todas estaban dormidas (no era un hostal mixto, estaba dividido por género), así que tuve que entrar de puntillas y sacar de mi maleta mi ropa para dormir tan silenciosa como pude, pero fue imposible no hacer ruido porque todo lo que había comprado estaba colocado en orden en bolsas de celofán. Así que se asomó la chava que dormía en la parte de arriba de la litera (habían 3 literas en el cuarto) y me asustó tanto que casi se me sale un grito.

-No te preocupes, sólo quería ver quién hacía tantos sonidos.

Y se volteó para volver a dormir. Supongo que ponerme todas las cremas que normalmente uso ya no está en la lista de opciones y menos bañarme. Me acosté y estuve pensando un ratito. Fue de lo más agradable, nadie hacía ruidos ni para respirar y la luna llena más grande que he visto en el mundo se asomaba por la ventana que estaba abierta de par en par por el calor que hacía. Toda su luz entraba por ahí y me dejaba ver el mobiliario: las sillas hermosamente diseñadas, las literas perfectamente distribuidas, las cortinas de encaje beige que combinaban maravillosamente con las sábanas de algodón. 


Por un instante no quise nada, no me faltaba nada y fui plena. Ya pasaron algunos años desde entonces y a menudo cierro los ojos para volver ahí en mi mente (y como olvidar la mejor parte cuando al día siguiente desperté con “Baby I love your way” interpretada por unos niños suecos debajo de mi ventana). 

Conocí a mucha gente en Berlín, hice de todo en Amsterdam, aprendí cosas nuevas en Oslo, pero el lugar que me saca una sonrisa siempre se llama Estocolmo. Ya prometía ser uno de mis lugares favoritos y aún no amanecía...



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