miércoles, 29 de mayo de 2013


Ya en el avión yo sólo quería pisar México. Llegar, llegar, llegar. Mi hermano y yo teníamos asientos separados, y él se fue dormido literalmente todo el tiempo, y yo sin poder pegar el ojo, yo quería escribir, contarle a alguien todo lo que había pasado. De hecho es gracias a esos regresos donde no hago otra cosa más que escribir, que existe este blog. Tengo tantos cuadernos llenos de memorias que posiblemente haya perdido un par sin darme cuenta. 

Este iba a ser un vuelo de 12 horas en donde regresamos 7. Lo que quiere decir que todo el maldito tiempo habrá un sol insoportable entrando por todas las ventanillas. 

Quiero mi casa, mi casa, mi casa. Mi cuarto, mi perro, mi compu. 

Estaba desesperándome como una niña chiquita hasta que se sentó junto a mí la que iba a ser mi one-serve-only compañera de vuelo. Claramente alemana y más o menos de mi edad. La persona atrás de ella empujó su asiento sin querer a lo que ella contestó como de reflejo:

-Ay cabrón. -me miró y dijo: Hola soy Greta
-Hola. Creí que eras alemana.
-Lo soy, pero me casé con un mexicano, así que me toca hacer la maestría allá, en CU. 
-¿De verdad? Te va a encantar CU es de los lugares más bellos de mi ciudad.

Ella había estudiado en Berlín, donde yo había estado hace poco y yo en México, donde ella iba a estar dentro de poco, así que como podrán imaginar no nos paró la boca. 

Y que aterriza el avión. No saben lo que sentí. Como cuando despiertas de un sueño. Desperté satisfecha del viaje, pero sin más ganas de Europa. Este fue un Europa sencillo, facilito. Quién iba a creer que mi siguiente Europa iba a tratarse de cargar 26 kilos de maletas y contar centavos diariamente para ver si me tocaba comer.

Bajé del avión, recogí equipaje, pasé por aduana, y salí corriendo hacia las puertas automáticas, porque afuera, ahí afuera, estaba mi debilidad más grande y también lo que me da fuerzas para seguir haciendo estas locuras, estaba ahí, extrañándome todos los días, estaba ahí ofreciéndome más de lo que cualquiera puede ofrecer, estaba ahí, esperándome con los brazos abiertos... México, mi bella, única, gloriosa, Ciudad de México. 

Llegué al hotel por ahí de la 1am, dejé mis cosas, me cambié, conté las horas para irme y me empecé a poner mal. Temblé, lloré, respiré extraño. Y así, con la ropa de dormir puesta, salí. Hacía frío y no me importó, sabía que era peligroso y no me importó, solamente corrí. Fue raro, una parte de mí no sabía a dónde iba, y la otra tenía todo un plan, tomaba atajos, saltaba rejas.. y que llego a la torre Eiffel. ¿Cliché? Digan lo que quieran, esa torre es mía. Me fui de rodillas y lloré por más de una hora. No quería irme, creo. No quería dejar París, mi París. El pasto estaba mojado por lo mucho que lloviznó en la noche pero igual me acosté. Es tan bella. Me maravilla, me enloquece, me provoca.. me enfrenta. Me reta a quedarme. Y a cambio me ofrece esta vista. A cambio me ofrece ponerme la piel chinita. Ay, París, ¡basta ya! ¡que tengo que irme! Me seduce y me atormenta al mismo tiempo. Y me doy miedo.. nunca me había puesto así y por primera vez me sentía capaz de todo. ¿Qué soy para ti París?¿Una turista más? ¿Una loca que te ama y ya? ¿que no puede dejarte ir? Aunque no lo crean estas preguntas se las grité. Fue un momento espectacular, cierro los ojos y estoy ahí de nuevo. Hacía frío pero gracias a todo lo que corrí me sentía fresca. Estaba en la madrugada, sola a la mitad de la ciudad, pero me sentía segura. Estaba mojada por tirarme al pasto y por llorar tanto pero me sentía viva.